Elaborado por «3º_eso_12-13_3» – Alumno/a de Ciencias Sociales de 3º ESO del IES “Trinidad Arroyo” de Palencia, curso 2012-2013.
Hablar de migración es hablar de la historia de mi familia. Nuestra migración se remonta a la década de los años sesenta. Mis abuelos, como otros muchos españoles en la década de los sesenta, se vieron obligados a emigrar en busca de una vida mejor. Mis abuelos maternos cambiaron la Giralda por un pequeño pueblo del sur de Alemania y mis abuelos paternos abandonarían la capital palentina rumbo al mismo destino. Mi abuela materna trabajó a partir del año 1964 en una fábrica de hilos, concretamente de nylon. Mi abuelo materno se dedicó a la construcción de carreteras a partir del mismo año. Mis abuelos paternos trabajaron a partir del año 1964 como ayudantes de cocina.
Mi padre, que en aquel entonces tenía nueve años, se vio de repente en un país extranjero, cuya lengua no dominaba y que apenas sabía situar en un mapa. Con el paso del tiempo aprendió alemán, superó las burlas iniciales de sus compañeros de clase, quienes le veían como un “Ausländer”, es decir, un extranjero, e hizo amigos. Mi madre tuvo la inmensa suerte de nacer allí, crecer hablando el idioma y conocer desde su infancia la cultura del país.
A pesar de que ambas familias se adaptaron a su nuevo entorno, jamás dejaron de añorar su patria. Cada año aprovechaban las vacaciones de verano para volver a España, donde realmente se sentían como en casa.
Mis abuelos envejecieron, se jubilaron y regresaron a España para pasar aquí los últimos años de su vida. Mis padres crecieron, se conocieron, enamoraron y casaron.
Mis dos hermanas mayores y yo nacimos completamente integrados en la sociedad alemana. Dominábamos la lengua, la cultura y ya no éramos mofa de los niños alemanes. A pesar de vivir felizmente en aquel país, mi padre nunca dejó de añorar su país.
Por esta razón, cuando en el año 2001 su empresa, dedicaba a la fabricación de máquinas de rayo láser, le ofreció la posibilidad de trasladarse como técnico de mantenimiento a la sucursal española, no dudó en aceptar. Esta decisión fue un duro golpe para mi madre y hermanas, pues no querían dejar lo que hasta entonces había sido su vida para mudarse a un país que sólo conocían de las vacaciones veraniegas. Yo sólo tenía tres años, por lo que no guardo recuerdos de este episodio familiar.
Superadas las dudas iniciales, mi familia volvió a sus raíces, volvió a España. Los comienzos fueron muy duros. Mi padre tuvo que adaptarse a su nuevo trabajo y a una mayor responsabilidad en él. Mi madre tuvo que aprender a desenvolverse en un país casi extraño. Mis hermanas fueron las que peor parte se llevaron. Su dominio del español no era demasiado bueno y las relaciones con sus nuevos compañeros de clase tensas. Aún teniendo todo esto en contra, lograron aprobar aquel curso y promocionar al siguiente.
Como ya he contado, yo tenía tres años cuando volvimos a España. No tengo recuerdos de Alemania, salvo algunas imágenes de las grandes nevadas que caían en invierno. Empecé el jardín de infancia hablando ya español y teniendo una buena relación con mis compañeros.
Sin embargo, una de las mayores dificultades para todos fue aprender a vivir sin ver a nuestros familiares más cercanos todos los días. Mis tíos y primos siguen viviendo en Alemania, pero vienen durante las vacaciones a España. También yo he viajado en varias ocasiones a este país. Chapurreo la lengua y conozco parte de su cultura.